Cuatro pilares para educar a tus hijos con amor y valores
- ignaciocidgarcia77
- 3 jul 2024
- 4 Min. de lectura
Educar a los hijos es una tarea que requiere de mucho amor, paciencia, sabiduría y compromiso. No es fácil, pero tampoco imposible. En este artículo te quiero compartir cuatro pilares que te pueden ayudar a formar a tus hijos de manera integral, basándote en el amor, el ejemplo, la enseñanza y la disciplina.

El amor
El amor es el primer y más importante pilar de la educación de los hijos. Los hijos necesitan sentirse profundamente amados por sus padres, sin condiciones ni reservas. El amor se expresa de muchas formas, pero algunas de las más efectivas son:
Proveerles un ambiente estable y feliz, en lo que de ti dependa. Procura generar en ellos un ambiente de tranquilidad, paz y alegría.
Tener una perspectiva de privilegio y gratitud por estar con ellos. Los hijos son una maravilla y un regalo de Dios. Valora su presencia y su personalidad única.
Confirmarlos constantemente. La confirmación es el reconocimiento positivo de sus cualidades, logros, esfuerzos y sentimientos. Usa frases como: “muy bien”, “felicitaciones”, “te quiero”, “te amo”, “eres un campeón”, “gracias”, “me siento orgulloso”, etc. Usa también el lenguaje no verbal, como la sonrisa, el abrazo, el beso, la mirada, etc. Evita la descalificación, que es el rechazo, la crítica, el insulto, la indiferencia, la burla, la mentira, el abuso, etc.
Darles atención concentrada. La atención concentrada es el tiempo exclusivo y de calidad que dedicas a cada hijo, al menos una vez por semana o quincena. En ese tiempo, el hijo decide qué hacer y tú lo acompañas y compartes con él. La atención es de uno a uno, no de dos a uno o de uno a dos. El hijo siente que es importante para ti y que lo disfrutas.
El ejemplo
El ejemplo es el segundo pilar de la educación de los hijos. Los hijos seguirán nuestro ejemplo, más que nuestros consejos. Ellos nos observan y nos imitan, tanto en lo bueno como en lo malo. Por eso, debemos cuidar nuestra conducta, nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestros valores y nuestra relación con Dios y con los demás.
Algunos aspectos que debemos cuidar son:
Nuestra actitud ante la vida. Debemos ser agradecidos, optimistas, realistas, esforzados, responsables, honestos, etc. Evitemos ser quejosos, negativos, fatalistas, flojos, irresponsables, mentirosos, etc.
Nuestra forma de resolver los problemas. Debemos ser prudentes, justos, fuertes, moderados, etc. Evitemos ser impulsivos, injustos, débiles, excesivos, etc.
Nuestra forma de relacionarnos con los demás. Debemos ser respetuosos, amables, generosos, serviciales, etc. Evitemos ser groseros, egoístas, envidiosos, violentos, etc.
Nuestra forma de relacionarnos con Dios. Debemos ser fieles, humildes, confiados, agradecidos, etc. Evitemos ser infieles, soberbios, desconfiados, ingratos, etc.
La enseñanza
La enseñanza es el tercer pilar de la educación de los hijos. Los hijos necesitan ser enseñados por sus padres, no solo en los aspectos académicos, sino sobre todo en los aspectos morales, espirituales y humanos. Los padres somos los primeros y principales educadores de nuestros hijos, y tenemos la responsabilidad de transmitirles la verdad, el bien y la belleza.
Algunos aspectos que debemos enseñar son:
La verdad. La verdad es lo que es conforme a la realidad, a la razón y a Dios. La verdad no es relativa, sino objetiva, universal y constante. La verdad nos libera y nos guía. La verdad absoluta es Jesús, el modelo perfecto de ser humano. Debemos enseñar a nuestros hijos a conocer a Jesús, a amarlo y a seguirlo. Debemos enseñarles a leer la Biblia, a orar, a participar en la Iglesia, a vivir los sacramentos, etc.
El bien. El bien es lo que es conforme a la ley moral, a la voluntad de Dios y al fin último del hombre. El bien nos perfecciona y nos hace felices. El bien se realiza mediante las virtudes, que son hábitos buenos que nos ayudan a elegir y a actuar correctamente. Debemos enseñar a nuestros hijos a practicar las virtudes, como la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, la fe, la esperanza, la caridad, etc.
La belleza. La belleza es lo que es conforme a la armonía, a la proporción y al orden. La belleza nos eleva y nos deleita. La belleza se manifiesta en la naturaleza, en el arte, en la cultura, en la persona, etc. Debemos enseñar a nuestros hijos a apreciar la belleza, a cuidarla, a crearla, a compartirla, etc.
La disciplina
La disciplina es el cuarto y último pilar de la educación de los hijos. Los hijos necesitan ser disciplinados por sus padres, no solo para corregir sus faltas, sino también para formar su carácter, su voluntad y su conciencia. La disciplina debe ser siempre una consecuencia del amor, del ejemplo y de la enseñanza, nunca un sustituto de ellos.
Algunos aspectos que debemos tener en cuenta al disciplinar son:
Ser amables y firmes. La amabilidad es la expresión de respeto, cariño y comprensión hacia el hijo. La firmeza es la expresión de autoridad, coherencia y exigencia hacia el hijo. Debemos evitar ser agresivos, que es ser duros, inflexibles y violentos; o ser débiles, que es ser blandos, inconstantes y permisivos.
Establecer normas y rutinas. Las normas son las reglas de convivencia que regulan el comportamiento de los hijos. Las rutinas son los hábitos que facilitan el cumplimiento de las normas. Debemos establecer normas y rutinas claras, sencillas, razonables y consensuadas con los hijos, y supervisar su cumplimiento.
Corregir adecuadamente. La corrección es la acción de señalar y enmendar el error o la falta del hijo. La corrección debe ser oportuna, directa, proporcional, amable, sincera, confiada, cariñosa y respetuosa. Debemos evitar la desproporción, la indiferencia, la generalización, la etiqueta, la interrupción, el humor negro, la burla, la superioridad, la inferioridad y el ejemplo propio.
Estos son los cuatro pilares para educar a los hijos con amor y valores. Te invito a que los pongas en práctica y verás los frutos en tu familia. Recuerda que los hijos son una bendición y una responsabilidad, y que cuentas con la ayuda de Dios y de la Iglesia para cumplir tu misión. Que Dios te bendiga y te dé sabiduría, paciencia y fortaleza. Hasta el próximo artículo.
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